la collection

RAMIREZ Enrique - Chili

 

spanish

Brises/13 min./2008
35mm/diffusion DV/DVD
© Enrique Ramirez, le Fresnoy - studio national des arts contemporains 2008

Je suis né en 1979, six ans après le Coup d´état militaire au Chili. J’ai grandi sous la dictature dans les bras de ma mère. Elle m’a raconté que paradoxalement c’était la période la plus heureuse pour elle. Elle a vécu la Dictature derrière un mur, protégée de tout. Dès que j’ai grandi, ma mère s’est rendu compte qu’il n’y avait pas eu de période aussi néfaste au Chili auparavant.
Je suis un morceau de cette histoire, pleine de contradictions.
Après le retour à la démocratie, durant le gouvernement du président Ricardo Lagos Escobar, le Palais Présidentiel a été rouvert lors du 30 ème anniversaire du Coup d’État. Les gens y ont pénétré pour la première fois.
Maintenant, après 19 ans de démocratie, les citadins peuvent seulement entrer à la Maison du Gouvernement dans un parcours orienté du nord au sud, c’est-à-dire de la Place de la Constitution vers la Place de la Citoyenneté. Il est interdit de traverser dans le sens inverse...
C’est un signe que les portes du Palais Présidentiel ont été ouvertes, mais en même temps c’est un symbole qui sous-entend qu’il ne faut pas reculer dans l’histoire mais qu’il faut seulement regarder vers l’avant.

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Brisas, consiste en sobreponer el pasado sobre el presente, el travelling de la camara hace eso, desenrollar la alfombra del pasado sobre el asfalto del presente. Este trayecto en realidad esta tejido por la superposicion de instantaneas, de imagenes sonoras congeladas. Habia que recrear el espacio de la memoria como vivencia. Constatar que el tiempo se desmadeja; habia que constatar el recorrido del tiempo, fisicamente poder dimensionarlo, volver a la escena por medio de un catastro topografico.


Brisas (¿El agua lo limpiará todo?)
“Puro, Chile, es tu cielo azulado,
puras brisas te cruzan también,
y tu campo de flores bordado
es la copia feliz del Edén.”
(Extracto del Himno Nacional de Chile)

El agua y el origen. Un primer plano de agua en una pileta. En Santiago de Chile, un hombre absolutamente mojado comienza a caminar por la calle San Diego de sur a norte. Unos 70 metros lo separan de la intersección con una de las avenidas principales, la Alameda. La voz en off es interrumpida por grabaciones de las voces de los militares chilenos golpistas en 1973. La Historia es una, las Historias son muchas. Si entendemos por historia el cúmulo de hechos ya acontecidos, solo nos remitiríamos a cifras, nombres y apuntes de sucesos inconexos y vacíos. La historia se hace con documentos, huellas, indicios, vestigios, fragmentos muchas veces silentes. Son ellos los que nos dan cuenta del pasado y la multiplicidad de acontecimientos.
La ausencia, la carencia y el exceso pueden llegar a convertirse en unos cuantos dolores de cabeza. Por supuesto que la tarea se complica aún más si consideramos que cada problema histórico no se vale de un tipo único y especial de documentos, muy por el contrario la diversidad en la naturaleza documental hace que la labor del historiador sea un constante desafío. Lo ideal es estar muy atentos a la posibilidad de que en cualquier instante se nos revele algún dato, a través de las maneras más inverosímiles, aún más si consideramos la posibilidad de ampliar el horizonte tradicional de los documentos.
Un documento es “el resultado del esfuerzo cumplido por las sociedades históricas por imponer al futuro -queriendo o no queriéndolo- aquella imagen dada de sí mismas”. Sin embargo, de no mediar un intérprete, alguien que le otorgue sentido, esta experiencia no tiene sentido. Ese es precisamente uno de los méritos del trabajo de Enrique Ramírez: la Historia y las Historias, se hacen carne, escapan a su aparente vacuidad y logra entrelazar las experiencias sociales e individuales. En su propuesta audiovisual la Historia respira, las Historias palpitan. Es una Historia humana, son Historias de personas. Es su propia Historia la que está en evidencia. Historia e Historias, reconstrucciones del pasado que cobran sentido en el presente, un llamado de atención a no olvidar.
Brisas, por ejemplo, ya pasa a formar parte de la gama de documentos que tienen los historiadores del futuro.
El agua y la muerte. Mientras el hombre mojado entra a la Alameda, reflexiona en torno a los prisioneros políticos arrojados al mar: “El mar lleva las tristezas de un lugar como este. Los marinos dicen que los mariscos llevan el alma de los que desaparecieron”.
La memoria es frágil, el olvido es deseable. Pero el trabajo de Enrique Ramírez sabe dar cuenta de la historia reciente, nos ubica en el lugar de los hechos y nos hace entrar al epicentro del poder político en Chile. En un plano secuencia nos hace mirar y mirarnos. En casi 13 minutos nos hace reflexionar sobre nuestra historia reciente, nuestra vida política actual y lo que queremos proyectar como nación. Complementando el film, los testimonios de jóvenes chilenos ligados a la política, ayudan a contextualizar una de las preocupaciones de Enrique, el Chile actual. En formato video panorámico de tres proyecciones sincronizadas, estas entrevistas se yuxtaponen a paisajes marinos hasta llegar a la Plaza de la Ciudadanía, frente a la casa de gobierno, La Moneda.
La memoria es frágil, el olvido es fácil. Más aún si los eventos del pasado no son agradables a la memoria personal ni a las memorias colectivas. Principalmente si en las huellas de esos acontecimientos se delatan las miserias humanas, los silencios cómplices o los sueños inconclusos. Especialmente si los lugares de memoria están cubiertos de un aséptico halo amnésico.
El agua y el encuentro (o el agua y el desencuentro). El hombre mojado entra a la Plaza de la Ciudadanía (tránsito prohibido al habitante común y corriente, a pesar que es una “plaza de la ciudadanía”…) y en una de las piletas laterales ve la figura de su madre. Ella está con el agua hasta las rodillas. Aparte de las piletas, las rejas se encargan de dividir y marcar el espacio público y el espacio privado del poder central.
Los lugares de memoria de un espacio público podrían ser infinitos, dependiendo del sinnúmero de eventos particulares de cada persona: un primer beso, un último adiós, una muerte repentina, son eventos que pueden dar un significado especial al espacio.
Sin embargo, hay lugares que apelan al sentido colectivo, delatan la vinculación que la sociedad tiene con esos espacios y los hechos acontecidos en esos sitios: La Moneda precisamente, es uno de estos lugares en la ciudad de Santiago de Chile, que nos hablan del pasado, pero con las voces del presente. No es su monumentalidad la que esta en juego, son los sucesos que allí ocurrieron, aunque hoy día las huellas de esos acontecimientos ya se borraron.
Un paréntesis. En la ciudad de Berlín hay una iglesia luterana semi destruida, producto de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Se trata de la Iglesia del Recuerdo (Gedächtniskirche), construida entre 1891 y 1895, en honor al emperador Guillermo I. Hoy día, es un monumento conmemorativo contra la guerra. Es un lugar de memoria que muestra de manera evidente los efectos de las balas y las bombas. Cerramos el paréntesis.
Una de las entradas laterales de La Moneda fue construida en 1906 durante el gobierno de Pedro Montt. Se trata de la puerta ubicada en la calle Morandé, número 80. Sirvió durante varias décadas como la entrada oficial del presidente y su familia. El 11 de septiembre de 1972, el cadáver del presidente Allende fue sacado por esa puerta. La dictadura del general Pinochet borró las huellas de ese acceso, además de reconstruir la casa de gobierno (y borrar las huellas de las balas y las bombas). Durante varios años, este lugar virtual fue el centro de los homenajes y conmemoraciones hacia la figura de Allende. También era un recuerdo de un pasado democrático perdido. De esta manera Morandé 80 fue un lugar de la memoria, dentro de otro mayor. Bajo la presidencia de Ricardo Lagos, el 10 de septiembre de 2003 esta puerta fue reabierta.
La Iglesia del Recuerdo en Berlín, La Moneda en Santiago. La primera expuesta con todas las consecuencias de una guerra, la segunda limpia y reconstruida (incluyendo las clausuras de la dictadura). Estrategias distintas para el Nunca Más. Sin embargo, ¿será suficiente para evitar las guerras y los golpes de estado? Los lugares de memoria están allí, ¿estamos dispuestos a escuchar sus mensajes?
Otro dato. El 2009 La Moneda ha sido incorporada a la Ruta de la Memoria (Santiago 1973-1989, número 48 en la colección de rutas patrimoniales), un proyecto del Ministerio de Bienes Nacionales, que busca incorporar a la casa de gobierno a los sitios emblemáticos de las violaciones de los derechos humanos en Chile, ocurridos durante la dictadura del general Augusto Pinochet. Una especie de turismo de la memoria. Actualmente, este crecimiento del culto de la memoria se expresa en museos del recuerdo, placas recordatorias, ofrendas florales, estatuas alusivas, cambio en el nombre de las calles y avenidas, una exhaustiva labor de maquillaje y embellecimiento que solo permite contemplar con ojos más humanos algún horror del pasado reciente. Horror en el cual nunca estaremos de acuerdo, claro está.
En palabras de Georges Didi-Huberman, “…la imagen quema por la memoria, es decir, quema aunque no sea sino ceniza: es una manera de declarar su esencial vocación por la supervivencia, por el a pesar de todo.” Brisas es precisamente un a pesar de todo, que quema aunque sea ceniza. Se constituye en uno de los puntos de vistas posibles en la contemplación de nuestro pasado, es una de las maneras posibles de acceder a la comprensión de lo que no puede volver a ocurrir. El agua y el fin del camino. El hombre ha terminado su recorrido, sale por la puerta de entrada de La Moneda y de espaldas al espectador, recibe la lluvia artificial proveniente de dos camiones aljibes. ¿El agua lo limpiará todo?

Christian Báez Allende
Historiador
Viña del Mar, Agosto 2009.

 
 
 
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